Un blog en el que intento juntar palabras para decir cosas, normalmente insustanciales.

7/3/12

EL ARTE pajarero DE CAGARSE EN TODO

Hay cosas que me interesan poco o nada,  la cocina o la jardinería son una de ellas como ya sabéis. El mundo animal me interesa numéricamente hablando alrededor de menos infinito -mi indiferencia hacía ellos no es recíproca, suelen atacarme-, pero últimamente me he dado cuenta que si observas un poco el comportamiento animal se pueden sacar muchos de los axiomas básicos de la teoría de la escuela de la vida.

En mi casa hay dos casitas para pájaros -eufemismo de jaula, utilizado para no herir sensibilidades-. En una de ellas está Hitchcock, el viudo del Tippi -ya le hubiera gustado al de verdad-, un matrimonio de conveniencia que apañamos entre mi hermana y yo. Si sois cinéfil@s deduciréis de donde vienen estos nombres; y si no lo sois; me permito hacer un receso -una pará en el camino, una guitarra y un cante- porque me gusta enrearme y explicar así todas aquellas adversas -estúpidas más bien- condiciones que motivaron la elección de estos nombres.
[Si gusta puede saltar todo lo coloreado en azul]. El caso es que cuando estos charlatanes seres llegaron a nuestras vidas, yo estaba inmersa en mi último y tormentoso verano de estudio universitario gracias a una de esas asignaturas que  hacen que tu facilona carrera no le tenga que envidiar a Teleco o Aeronaútica -esta licencia humorística me la permito porque sí-. La dichosa asignatura no solo me costó renovar la convocatoria para el mes de febrero -lo de empañar mi curriculum no lo digo porque es en sí raspaito y se empaña por sí solo-, sino que me provocó el desarrollo de una obsesión maniaco-compulsiva a la par que destructiva: tenía que estudiar y analizar cual científico comprometido busca incansable la cura para alguna grave enfermedad, la mítica obra maestra de Alfred Hitchcock Los Pájaros. Aquí es, justo en el título donde la historia chico conoce chica, se gustan y van a pasar un fin de semana juntos empieza a desdibujarse. Bien, diréis. Mal, os digo yo; porque la trama de la película para nada va de besitos, carantoñas y almas cándidas enamoradas, va de pajarracos malvados. Todo este fenómeno paranormal a mi entender, tiene su punto de partida en una inofensiva pareja de lovebirds (pajaritos del amor o periquitos para los aquí presentes), este engranaje metafórico se personifica en el primer encuentro casual entre los protagonistas en una pajarería.


Tippi Hedren (Melanie Daniels) y Rod Taylor (Mitch Brenner)
La vi tantas veces, tuve que imaginar tantas formas fálicas donde no había más que atrezzo y decorado, intenté tanto empatizar con esa hedonista Melanie Daniels y leer tantos libros sobre la tensa relación entre el director, -y un poco misógino y acosador que era el tito Alfred con sus musas- y la actriz Tippi Hedren que no se me ocurrió nada mejor, que bautizar a esta nueva pareja de inquilinos haciendo honor a ellos. Al final como ya sabéis nuestra Tippi, o Tippitia como nos gustaba llamarla en la intimidad, murió. 

Viniendo ya saturad@s del receso, nos queda por adjudicar la otra casita-jaula de protección oficial -por lo limitado de su espacio-. Está también ocupada por otra singular pareja de pericos. Son muy monos, están siempre juntos y besuqueándose. Ella tiene el pelo alborotado, rubiote -y el cogote morenote-. Él saca buche de machote. Canturrean y se mueven demasiado. El caso es que esta periquita me gusta porque es trasgresora, no atiende al orden establecido. Me gusta ese aire que se da de independiente y de pasar de todo.


¿Qué como lo hace? Muy sencillo, en vez de dar la cara, da el culo a todo aquello que le provoca rechazo o la cuestiona como hembra perica. Poco sabemos en casa de los ciclos reproductivos de estos animales, -tampoco sabemos de metafísica y sobrevivimos oye-, pero le hemos colocado porque sí un nido super cómodo y super cuqi -en el mundo pajarito bien podía ser una cama örge, oppdal, o vanvik del Ikea pajarito-. Ante esta presión social a la que está sometidaPeriquita debe pensar, "Quieren que ponga huevos, pues los voy a poner pero de los Kinder,". Y por supuesto que lo hace con sorpresa y chocolate, porque la listilla no se ha posado en ningún momento a anidar en el nido -valga la redundancia-, ella simplemente lo usa para cagar. ¡Qué arte que tiene la jodía para pasarse por el culo nuestras pretensiones! Con razón es una pájara -con el sentido de avispada que le damos los humanos a la palabra-.


Podríamos decir que esta pareja es algo así como la Duquesa de Alba y su nuevo marido en el mundo periquito; aparte de por tener el pelo rubiote y alborotado, porque si él es viejo, ella es más, y no nos engañemos, porque con sinceridad, es naturalmente imposible que ambas dos algún día procreen. Periquita, que lo sabe y es consciente de sus limitaciones como madre -la Duquesa no lo sé- nos enseña con su para algunos cuestionable actitud, que ese arte pajarero para pasar de todo cagando es muy sano para dejar a un lado todo lo que no nos gusta de nuestra vida y no dejar que aquello que no podemos conseguir nos afecte: si la vida te da la espalda, dale tú el culo y un poquito de caca.



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